CUBA
Es plena madrugada cuando el Comandante del vuelo de la aerolínea Tame proveniente de Buenos Aires, via Quito, anuncia que estamos pronto por aterrizar en el Aeropuerto Jose Marti, de La Habana, tras nueve horas de viaje. Me asomo por la ventanilla y mientras el avión va perdiendo altura alcanzo a divisar en la noche estrellada las luces de la capital cubana.
Es mi primera visita a este país, donde llego atraído no solo por sus magnificas playas tan bien promocionadas en los últimos años, sino también para conocer algo mas de su historia y su cultura, conocer su gente y sus costumbres.
Cumplidos con los tramites de migraciones y de cambiar dolares por cuc, la moneda cubana cuya cotización es de 0,87 centavos por cada dolar estadounidense, abordo una van junto con un grupo de turistas, todos argentinos, que nos llevara hasta Varadero, primera escala de este derrotero de nueve dias por este archipielago de las Antillas.
El chofer de la van, un cubano moreno de anteojos oscuros, serio, y de muy pocas palabras, conducía por una carretera angosta y en algunos tramos en un estado bastante deteriorada, lo cual obligaba a disminuir la velocidad en forma constante para esquivar algunos pozos o baches. A medida que el vehículo avanzaba fuimos dejando atrás algunos poblados cuya iluminación urbana apenas si dejaban ver algunas precarias casas al costado de la ruta.
Una vez que pasamos Matanzas, ciudad que es la capital de la provincia del mismo nombre, quedan pocos kilómetros para llegar a Varadero.
El chofer de la van, un cubano moreno de anteojos oscuros, serio, y de muy pocas palabras, conducía por una carretera angosta y en algunos tramos en un estado bastante deteriorada, lo cual obligaba a disminuir la velocidad en forma constante para esquivar algunos pozos o baches. A medida que el vehículo avanzaba fuimos dejando atrás algunos poblados cuya iluminación urbana apenas si dejaban ver algunas precarias casas al costado de la ruta.
Una vez que pasamos Matanzas, ciudad que es la capital de la provincia del mismo nombre, quedan pocos kilómetros para llegar a Varadero.
Varadero, la Cuba del primer mundo
Esta amaneciendo cuando llegamos a Varadero, distante 140 kilómetros de La Habana. La van que nos transporta comienza a dejar algunos turistas en un par de hoteles, antes de enfilar al Península Varadero, donde me voy a alojar durante mi estadía en esta ciudad de la provincia de Matanzas.
Le doy una propina al chófer, el cual me agradece apenas con una sonrisa, y me dirijo a registrarme en la recepción. La iluminación en el hotel es tenue, y lo primero que me llama la atención es lo majestuoso del hall, cuyas dimensiones podría uno comparar con la de un gran gimnasio, donde mullidos sillones y macetas con plantas crean un ambiente de plena distencion y relax.
El maletero carga mi valija en un carrito eléctrico como los que se usan en las canchas de golf, me invita a subir y por un sendero que serpentea entre plantas y flores, me lleva hasta mi bungalow. Siento una leve brisa y algo de humedad en el cuerpo, mientras los primeros rayos del sol se filtran entre los arboles. Presiento que el mar esta ahí nomas, aunque todavía no lo veo. El hombre del carrito me pregunta si es mi primera vez en Cuba, le digo que si, y me desea una feliz estadía.
Una ducha rápida me sirve para "sacarme" el cansancio del viaje, y estoy listo para comenzar a disfrutar y vivir Cuba. Que mejor que un buen desayuno para empezar el día. La oferta para desayunar es amplia, desde el clásico café con leche con medialunas, pasando por distintas variedades de jugos y frutas, hasta huevos y carne. Comparto la mesa con un matrimonio de Buenos Aires, que viajaron en el mismo vuelo que el mio, y mientras degustábamos el desayuno, unos pájaros de color negro brilloso vinieron a hacernos compañía, saltando entre las mesas en busca de algunas migas sobrantes.
Antes de ir a la playa decido caminar un rato por el inmenso parque del hotel. En eso estaba cuando me encuentro con uno de los empleados encargados del mantenimiento y cuidado de las coloridas flores y plantas que, al saludarme, me pregunta si soy argentino. Cuando le digo que si, que soy turista argentino, deja por un momento la tarea que estaba realizando, estira su mano y se presenta como Alexis, y me dice que me quiere obsequiar algo. Lleva su mano al bolsillo de la camisa y saca una billete de cuc, con la imagen de la cara del Che Guevara estampada en uno de sus lados, y me lo entrega. Le agradezco la atención y le prometo que antes de irme de Varadero le iba a dejar en retribución unos billetes de pesos argentinos, para que los tenga de recuerdos. El gesto de Alexis fue el primero de los tantos cubanos con los cuales estuve charlando durante mi estadía en Cuba, y bastaba conque uno se identificara como argentino para que le obsequiaran un billete o moneda con la imagen del guerrillero nacido en Rosario.
Alexis promete verme al dia siguiente, cuando vuelva a su trabajo en el hotel; lo saludo y me voy en busca de la tan soñada playa, a poco mas de cien metros de mi bungalow.
El mar se me aparece de pronto en toda su inmensidad. Ahí están las aguas verde turquesa del mar Caribe, en una hermosa mañana de sol y algo ventosa en pleno mes de mayo, con pocos turistas en sus playas de arena fina y blanca como talco, lo que me permite que la pueda disfrutar mucho mas.
Casi todos los grandes complejos hoteleros de Varadero están sobre la costa, lo cual hace que el turista pueda disfrutar de las playas con todos los servicios incluidos. Gran cantidad de reposeras, música y clases de bailes, barquitos a vela para paseos o deportes náuticos, fútbol y voley playeros. También en la playa hay un bar donde se pueden pedir distintos tragos caribeños.
La música comienza a sonar a todo volumen. Una joven pareja de instructores de baile llama a los turistas para que se animen a tomar clases de salsa y bachata. Se forma un grupo de unas veinte personas, hombres y mujeres, jóvenes y no tantos, y comienzan a mover sus cuerpos al compás del ritmo. A la derecha, a la izquierda, adelante y atrás. Bien, vamos otra vez, arenga los instructores. Y los turistas se olvidan por un momento del sol y el mar, y el baile va ganando adeptos.
Las horas pasan y uno pierde noción del tiempo transcurrido, como si el reloj también se tomara un descanso y sus agujas dejaran de girar. Es que el mar invita a quedarse ahí, en la playa, zambullirse y salir las veces que uno quiera de sus aguas transparentes y medianamente cálidas, contemplar el revoloteo de algunas aves marinas, tomar unos tragos y disfrutar de la música.
Después de un frugal almuerzo, a base de ensaladas y jugos de frutas típicos de la isla, me preparo para seguir disfrutando lo que resta del día. Así alterno entre descansar en una de las reposeras al borde la la pileta, caminar por el parque y esperar el atardecer, para ver como el sol se recuesta en las aguas del Caribe y se pierde en el horizonte. Es el momento que esperan muchos para contemplar esa bella imagen que nos regala la naturaleza, y que quedan capturadas en cientos de cámaras fotográficas y, lo que es mas importante aun, en las retinas de cada turista.
Los mozos en los comedores ultiman los preparativos para servir la cena, para lo cual se puede elegir una muy variada carta de comidas, que incluyen variedades de pescados, carne de pollo o cerdo, pastas y ensaladas. Para mi primer cena en Cuba elijo arroz con pollo, uno de los platos tradicionales de la isla, lo cual acompaño con un vino malbec de origen español (también los hay chilenos).
Después de la cena, y antes de retirarme al bungalow para descansar, paso por uno de los bares ubicado en el amplio hall, donde una orquesta de cinco bellas y jóvenes muchachas violinistas, elegantemente vestidas de blanco, acompañadas por un pianista, interpretaban distintos temas musicales en un abanico que iba de lo mas tradicional de la música cubana a otros ritmos de distintos interpretes del mundo. Pedí una piña colada y me senté a una mesa a disfrutar de esos sonidos mágicos que parecían escapar de tan bellos instrumentos.
En mi segundo día en Varadero decidí salir del hotel para conocer la ciudad. Entre otras opciones elegí el bus turístico, cuyo piso superior es abierto y se puede tener una mejor imagen del recorrido, para el cual hay que abonar cinco cuc. Varadero tiene una longitud de 22 kilómetros que se adentra en el mar, entre la Bahía de Cárdenas y la Península de Hicacos.
A lo largo del recorrido se pueden ver la gran cantidad de hoteles de las grandes cadenas internacionales que desembarcaron en la isla hace algunos años, mas unos cuantos que están en pleno proceso de construcción. La población estable de Varadero es de algo mas de 27000 habitantes, pero cuenta con unas quince mil habitaciones para recibir a turistas de todo el mundo.
Mientras voy observando y sacando algunas fotos, pienso por un momento que esto no es Cuba; o en todo caso es una Cuba del primer mundo, algo un tanto irreal en un país donde la gran mayoría de sus once millones de habitantes son pobres.
El movimiento en el casco céntrico de Varadero pasa por la avenida principal, donde se encuentran una sucesión de negocios, restaurantes y bares, y hoteles de menor categoría, tipo posadas y hostel. Las ferias de artesanías es uno de los lugares donde se concentran los turistas, en busca de souvenires y otros objetos construidos en madera, plásticos, telas, vidrio o cartón.
Me detengo en uno de los stand, donde el vendedor comienza a asediarme con ofertas para adquirirle algo de lo que el mismo produce con sus manos, cosa que no es mi intención. Su insistencia para vender hace que me vaya a ver otros puestos, pero la historia se repite. Todos ofrecen y quieren vender.
Por las calles circulan autos viejos, americanos de la década del 50, y también algunos modelos de origen ruso y chino. Muchos en impecable estado, convertibles, son alquilados por los turistas para recorrer la ciudad, donde también se ven muchos carros tirados por caballos. Otro medio de movilidad que circulan por los pueblos y ciudades cubanas son las motos-taxi, carrozadas, que pueden transportar hasta dos personas, y que por su forma redondeada y color amarillo se lo conocen como "huevo".
Opte por hacer esta excursión, y puedo dar fe que realmente vale la pena. A media mañana de un lunes a pleno sol un minibus paso a buscarnos a un grupo de turistas por el hotel para llevarnos hasta el embarcadero.
Me vuelvo a sorprender con las grandes obras que se están realizando en la zona de la marina, como la construcción de un par de majestuosos hoteles, mas otros trabajos de infraestructura que están transformando el lugar en un gran puerto.
Varios catamaranes y veleros deportivos se alinean uno al lado de otro en el amarradero, donde también están anclados algunos lujosos yates de gran porte, valuados en varios millones de dolares. La Cuba "capitalista" que pueden disfrutar unos pocos cubanos.
Subo a uno de los catamaranes de la empresa Cruceros del Sol junto a turistas de diversas nacionalidades. Jorge, el capitán de la embarcación, nos da la bienvenida, quien junto a su ayudante Carlos harán que la navegación hasta Cayo Blanco sea toda alegría y diversión. Apenas zarpamos desde la Marina Gaviota comienza a sonar la música, ruidosa y alegre, acompañados por los excelentes tragos que
Carlos se esmera en preparar.
Navegamos en un mar de aguas calmas y transparentes, "observados" por algunas aves marinas que revolotean sobre la blanca embarcación. Nos cruzamos con algunas pequeñas lanchas y botes de pescadores, que saludan a nuestro paso.
Después de algo mas de una hora de navegación el capitán desacelera los motores e invita a quienes lo desean a zambullirse en el mar, en un lugar de poca profundidad y apto para la practica del snorking. La transparencia del agua permite ver distintas variedades de peces de colores diversos. Un belleza para la vista difícil de explicar en palabras.
Seguimos con el derrotero previsto, antes de llegar a Cayo Blanco nos espera otro espectáculo digno de ver y disfrutar. Unos grandes piletones construidos en el mar nos indica que estamos llegando al delfinario.
Descendemos en el muelle y nos dirigimos a una de la piletas donde dos simpáticos delfines, atentos a las ordenes de un joven instructor esperan para comenzar a brindarnos su show. Estos cetáceos de unos tres metros de longitud poseen una inteligencia realmente asombrosa; actúan haciendo acrobacias y piruetas que les indica el entrenador, y también interactúan con algunos turistas. Claro que no todo es gratis, entre saltos y cabriolas los delfines se acercan al borde de la pileta a recibir no solo el aplauso de los turistas, sino para que el instructor les arroje unos pescados que se lo devoran al instante.
Volvemos al catamaran y zarpamos en busca de nuestro destino.Cayo Blanco es una de las casi 4200 islas e islotes que rodean a Cuba. A la distancia comenzamos a divisar sus playas de arena blanca, palmeras y cocoteros.
Apenas descendidos de la embarcación comenzamos a disfrutar de tan magnifico lugar. Antes del almuerzo el mar nos espera para zambullirnos, y hacia el vamos. Después de un buen rato de mar y playa, somos invitados a pasar a un gran comedor tipo quincho, con techo de troncos y paja para degustar un buen almuerzo. El menú: langostas, camarones y el infaltable ingrediente de la comida cubana, arroz. Mientras almorzábamos un grupo de músicos nos acompañaban con ritmos y canciones caribeñas.
El regreso a Varadero cuando promediaba la tarde también fue a todo ritmo y baile, mientras Cayo Blanco se iba perdiendo en el horizonte.
Antes de ir a la playa decido caminar un rato por el inmenso parque del hotel. En eso estaba cuando me encuentro con uno de los empleados encargados del mantenimiento y cuidado de las coloridas flores y plantas que, al saludarme, me pregunta si soy argentino. Cuando le digo que si, que soy turista argentino, deja por un momento la tarea que estaba realizando, estira su mano y se presenta como Alexis, y me dice que me quiere obsequiar algo. Lleva su mano al bolsillo de la camisa y saca una billete de cuc, con la imagen de la cara del Che Guevara estampada en uno de sus lados, y me lo entrega. Le agradezco la atención y le prometo que antes de irme de Varadero le iba a dejar en retribución unos billetes de pesos argentinos, para que los tenga de recuerdos. El gesto de Alexis fue el primero de los tantos cubanos con los cuales estuve charlando durante mi estadía en Cuba, y bastaba conque uno se identificara como argentino para que le obsequiaran un billete o moneda con la imagen del guerrillero nacido en Rosario.
Alexis promete verme al dia siguiente, cuando vuelva a su trabajo en el hotel; lo saludo y me voy en busca de la tan soñada playa, a poco mas de cien metros de mi bungalow.
El mar se me aparece de pronto en toda su inmensidad. Ahí están las aguas verde turquesa del mar Caribe, en una hermosa mañana de sol y algo ventosa en pleno mes de mayo, con pocos turistas en sus playas de arena fina y blanca como talco, lo que me permite que la pueda disfrutar mucho mas.
Casi todos los grandes complejos hoteleros de Varadero están sobre la costa, lo cual hace que el turista pueda disfrutar de las playas con todos los servicios incluidos. Gran cantidad de reposeras, música y clases de bailes, barquitos a vela para paseos o deportes náuticos, fútbol y voley playeros. También en la playa hay un bar donde se pueden pedir distintos tragos caribeños.
La música comienza a sonar a todo volumen. Una joven pareja de instructores de baile llama a los turistas para que se animen a tomar clases de salsa y bachata. Se forma un grupo de unas veinte personas, hombres y mujeres, jóvenes y no tantos, y comienzan a mover sus cuerpos al compás del ritmo. A la derecha, a la izquierda, adelante y atrás. Bien, vamos otra vez, arenga los instructores. Y los turistas se olvidan por un momento del sol y el mar, y el baile va ganando adeptos.
Las horas pasan y uno pierde noción del tiempo transcurrido, como si el reloj también se tomara un descanso y sus agujas dejaran de girar. Es que el mar invita a quedarse ahí, en la playa, zambullirse y salir las veces que uno quiera de sus aguas transparentes y medianamente cálidas, contemplar el revoloteo de algunas aves marinas, tomar unos tragos y disfrutar de la música.
Después de un frugal almuerzo, a base de ensaladas y jugos de frutas típicos de la isla, me preparo para seguir disfrutando lo que resta del día. Así alterno entre descansar en una de las reposeras al borde la la pileta, caminar por el parque y esperar el atardecer, para ver como el sol se recuesta en las aguas del Caribe y se pierde en el horizonte. Es el momento que esperan muchos para contemplar esa bella imagen que nos regala la naturaleza, y que quedan capturadas en cientos de cámaras fotográficas y, lo que es mas importante aun, en las retinas de cada turista.
Los mozos en los comedores ultiman los preparativos para servir la cena, para lo cual se puede elegir una muy variada carta de comidas, que incluyen variedades de pescados, carne de pollo o cerdo, pastas y ensaladas. Para mi primer cena en Cuba elijo arroz con pollo, uno de los platos tradicionales de la isla, lo cual acompaño con un vino malbec de origen español (también los hay chilenos).
Después de la cena, y antes de retirarme al bungalow para descansar, paso por uno de los bares ubicado en el amplio hall, donde una orquesta de cinco bellas y jóvenes muchachas violinistas, elegantemente vestidas de blanco, acompañadas por un pianista, interpretaban distintos temas musicales en un abanico que iba de lo mas tradicional de la música cubana a otros ritmos de distintos interpretes del mundo. Pedí una piña colada y me senté a una mesa a disfrutar de esos sonidos mágicos que parecían escapar de tan bellos instrumentos.
En mi segundo día en Varadero decidí salir del hotel para conocer la ciudad. Entre otras opciones elegí el bus turístico, cuyo piso superior es abierto y se puede tener una mejor imagen del recorrido, para el cual hay que abonar cinco cuc. Varadero tiene una longitud de 22 kilómetros que se adentra en el mar, entre la Bahía de Cárdenas y la Península de Hicacos.
A lo largo del recorrido se pueden ver la gran cantidad de hoteles de las grandes cadenas internacionales que desembarcaron en la isla hace algunos años, mas unos cuantos que están en pleno proceso de construcción. La población estable de Varadero es de algo mas de 27000 habitantes, pero cuenta con unas quince mil habitaciones para recibir a turistas de todo el mundo.
Mientras voy observando y sacando algunas fotos, pienso por un momento que esto no es Cuba; o en todo caso es una Cuba del primer mundo, algo un tanto irreal en un país donde la gran mayoría de sus once millones de habitantes son pobres.
El movimiento en el casco céntrico de Varadero pasa por la avenida principal, donde se encuentran una sucesión de negocios, restaurantes y bares, y hoteles de menor categoría, tipo posadas y hostel. Las ferias de artesanías es uno de los lugares donde se concentran los turistas, en busca de souvenires y otros objetos construidos en madera, plásticos, telas, vidrio o cartón.
Me detengo en uno de los stand, donde el vendedor comienza a asediarme con ofertas para adquirirle algo de lo que el mismo produce con sus manos, cosa que no es mi intención. Su insistencia para vender hace que me vaya a ver otros puestos, pero la historia se repite. Todos ofrecen y quieren vender.
Por las calles circulan autos viejos, americanos de la década del 50, y también algunos modelos de origen ruso y chino. Muchos en impecable estado, convertibles, son alquilados por los turistas para recorrer la ciudad, donde también se ven muchos carros tirados por caballos. Otro medio de movilidad que circulan por los pueblos y ciudades cubanas son las motos-taxi, carrozadas, que pueden transportar hasta dos personas, y que por su forma redondeada y color amarillo se lo conocen como "huevo".
Clases de baile en las playas de Varadero |
Excursion en catamaran a Cayo Blanco
Entre tantas ofertas de excursiones para realizar desde Varadero, una de las mas recomendadas es la navegación en catamaran hasta Cayo Blanco, que también incluye una visita a un delfinario, para disfrutar de las piruetas y acrobacias de dos simpáticos delfines.Opte por hacer esta excursión, y puedo dar fe que realmente vale la pena. A media mañana de un lunes a pleno sol un minibus paso a buscarnos a un grupo de turistas por el hotel para llevarnos hasta el embarcadero.
Me vuelvo a sorprender con las grandes obras que se están realizando en la zona de la marina, como la construcción de un par de majestuosos hoteles, mas otros trabajos de infraestructura que están transformando el lugar en un gran puerto.
Varios catamaranes y veleros deportivos se alinean uno al lado de otro en el amarradero, donde también están anclados algunos lujosos yates de gran porte, valuados en varios millones de dolares. La Cuba "capitalista" que pueden disfrutar unos pocos cubanos.
Subo a uno de los catamaranes de la empresa Cruceros del Sol junto a turistas de diversas nacionalidades. Jorge, el capitán de la embarcación, nos da la bienvenida, quien junto a su ayudante Carlos harán que la navegación hasta Cayo Blanco sea toda alegría y diversión. Apenas zarpamos desde la Marina Gaviota comienza a sonar la música, ruidosa y alegre, acompañados por los excelentes tragos que
Carlos se esmera en preparar.
Navegamos en un mar de aguas calmas y transparentes, "observados" por algunas aves marinas que revolotean sobre la blanca embarcación. Nos cruzamos con algunas pequeñas lanchas y botes de pescadores, que saludan a nuestro paso.
Después de algo mas de una hora de navegación el capitán desacelera los motores e invita a quienes lo desean a zambullirse en el mar, en un lugar de poca profundidad y apto para la practica del snorking. La transparencia del agua permite ver distintas variedades de peces de colores diversos. Un belleza para la vista difícil de explicar en palabras.
Seguimos con el derrotero previsto, antes de llegar a Cayo Blanco nos espera otro espectáculo digno de ver y disfrutar. Unos grandes piletones construidos en el mar nos indica que estamos llegando al delfinario.
Descendemos en el muelle y nos dirigimos a una de la piletas donde dos simpáticos delfines, atentos a las ordenes de un joven instructor esperan para comenzar a brindarnos su show. Estos cetáceos de unos tres metros de longitud poseen una inteligencia realmente asombrosa; actúan haciendo acrobacias y piruetas que les indica el entrenador, y también interactúan con algunos turistas. Claro que no todo es gratis, entre saltos y cabriolas los delfines se acercan al borde de la pileta a recibir no solo el aplauso de los turistas, sino para que el instructor les arroje unos pescados que se lo devoran al instante.
Volvemos al catamaran y zarpamos en busca de nuestro destino.Cayo Blanco es una de las casi 4200 islas e islotes que rodean a Cuba. A la distancia comenzamos a divisar sus playas de arena blanca, palmeras y cocoteros.
Apenas descendidos de la embarcación comenzamos a disfrutar de tan magnifico lugar. Antes del almuerzo el mar nos espera para zambullirnos, y hacia el vamos. Después de un buen rato de mar y playa, somos invitados a pasar a un gran comedor tipo quincho, con techo de troncos y paja para degustar un buen almuerzo. El menú: langostas, camarones y el infaltable ingrediente de la comida cubana, arroz. Mientras almorzábamos un grupo de músicos nos acompañaban con ritmos y canciones caribeñas.
El regreso a Varadero cuando promediaba la tarde también fue a todo ritmo y baile, mientras Cayo Blanco se iba perdiendo en el horizonte.
Santa Clara, la ciudad donde "vive" el Che
Después de cuatro días en Varadero llego el momento de armar las valijas y seguir con el derrotero previsto. El viaje al Cayo Santa Maria nos llevo gran parte del día a bordo del micro de la empresa estatal de turismo de Cuba.
Ahora iba a tener por primera vez la posibilidad de ver y conocer el interior de Cuba. Hasta Cardenas, ubicada a pocos kilómetros de Varadero, nos acompaño Yamil, un joven guía de turismo que reside en esa ciudad de mas de 136000 habitantes, conocida también como Ciudad Bandera o Capital de las Primicias, por los hechos históricos que en ella sucedieron, como que aquí por primera vez se izo la bandera cubana, y fue el primer poblado en contar con energía eléctrica. Hoy llegar a Cardenas es comenzar a ver la realidad cubana.
Calles en muy mal estado, veredas inexistentes, casas precarias, autos viejos que hace años tendrían que ser chatarra en los desarmaderos, carros transportando gente tirados por caballos, chicos jugando en medio de la calzada y muchas, muchas motos y bicicletas por todos lados. Yamil, que habla varios idiomas, comenta que la situación en la isla no es fácil, que hay mucha pobreza, pero que con estudio y esfuerzo se puede progresar y vivir un poco mejor. Antes de despedirse nos dice que tratemos de ver y disfrutar Cuba no solo con los ojos, sino que podamos sentirlo también con el corazón.
Ahora iba a tener por primera vez la posibilidad de ver y conocer el interior de Cuba. Hasta Cardenas, ubicada a pocos kilómetros de Varadero, nos acompaño Yamil, un joven guía de turismo que reside en esa ciudad de mas de 136000 habitantes, conocida también como Ciudad Bandera o Capital de las Primicias, por los hechos históricos que en ella sucedieron, como que aquí por primera vez se izo la bandera cubana, y fue el primer poblado en contar con energía eléctrica. Hoy llegar a Cardenas es comenzar a ver la realidad cubana.
Calles en muy mal estado, veredas inexistentes, casas precarias, autos viejos que hace años tendrían que ser chatarra en los desarmaderos, carros transportando gente tirados por caballos, chicos jugando en medio de la calzada y muchas, muchas motos y bicicletas por todos lados. Yamil, que habla varios idiomas, comenta que la situación en la isla no es fácil, que hay mucha pobreza, pero que con estudio y esfuerzo se puede progresar y vivir un poco mejor. Antes de despedirse nos dice que tratemos de ver y disfrutar Cuba no solo con los ojos, sino que podamos sentirlo también con el corazón.